lunes, agosto 27, 2007

Blognovela - "Las crónicas de Susan y el Barcinonauta"

Aquí os dejo con un nuevo producto relacionado con el merchandising del cortometraje "El secreto 1936". Se trata de la blognovela "Las crónicas de Susan y el Barcinonauta". Está protagonizada por la periodista Susan y la trama está relacionada con la del corto. Si la leéis toda seguida os llevará una hora y media y sino tenéis la opción de por capítulos. Cada uno tarda en leerse unos dos minutos aproximadamente. Y ya, sin más preámbulos, os dejo con la blognovela.

LAS CRÓNICAS DE SUSAN Y EL BARCINONAUTA
Volumen 1

Por
Xavier Cristóbal González


INDICE:

01. RUPTURA
02. CRONICA 01
03. TENTACION
04. CRONICA 02
05. SECRETOS, REPORTAJES Y AUTOCOMPASION
06. CRONICA 03
07. CAFÉ Y PASTILLAS
08. CRONICA 04
09. OBSERVADORA
10. CRONICA 05
11. FORO
12. CRONICA 06
13. TRAGEDIA
14. CRONICA 07
15. PETICION DE CITA
16. CRONICA 08
17. CONVERSACION
18. SEGUNDA CONVERSACION
19. CRONICA 09
20. CRONICA 10
21. PREMONICIONES
22. CRONICA 11
23. INSOMNIO
24. CRONICA 12
25. PERSECUCION
26. CROONICA 13
27. NERVIOS
28. CRONICA 14
29. DESCANSO
30. CRONICA 15
31. CRONICA 16
32. EL SUEÑO DEL ANGEL
33. CRONICA 17
34. MULTISALAS
35. CRONICA 18
36. EL MENSAJERO
37. CRONICA 19
38. EL RETORNO DEL MENSAJERO
39. CRONICA 20
40. BREVE ESPERA
41. CRONICA 21
42. SECRETOS
43. CRONICA 22
44. CALLEJEAR
45. AVANCE DE LA BLOG-NOVELA: “HUIDA 1936”
VELOCIDAD DE LECTURA PROMEDIO: Entre 2 y 2,5 minutos por capítulo.
TIEMPO DE LECTURA APROXIMADO: Una hora y media toda la blog-novela.

01. RUPTURA
Seis de enero de 2004. Estoy depre aunque debería decir que echa polvo. Miro al reloj y los dígitos están a punto de marchar las cero horas del día siete de enero de 2004. Hoy ha sido el peor día de Reyes de toda mi vida. Os preguntaréis porqué aunque quizás no lo estéis haciendo. Lo más probable es que no lo estéis haciendo. Es más, es posible que no os importen lo más mínimo mis penas... o quizás sí os importe... tal vez a algunos. No estoy teniendo una buena noche. Ya lo estáis viendo. Mis ideas son poco claras... Bueno, os contaré porque estoy depre... quiero decir, hecha polvo...

....

John me ha dejado... No es la primera vez...

....

Permitidme un trago de whisky. No suelo beber ni tampoco soy fan de los tópicos pero estoy depre y creo que eso me da derecho a mirar en el mueble-bar y hacer un poco de espeleología. He cogido la primera botella de whisky que he visto. De hecho, la única botella con alcohol que he visto. Mañana iré al supermercado a comprar más alcohol. Intuyo que la depre me durará unos días...

...

John me ha dejado... Creo que esta vez es definitiva. Para siempre.... Qué mal suena cuando se refiere al desamor... Conecto al ordenador y mientras se activa el sistema operativo –tardará dos minutos más de lo que es habitual en las películas- le doy un buen trago a la botella de whisky. El sistema operativo sigue activándose. Le doy otro trago a la botella. Me conecto a internet. ¿Qué hago? ¿Navego?... ¿Y qué busco?... ¿Dónde está mi instinto periodístico?... Miro el correo. Tengo diez mensajes pero hay que me llama la atención. Me lo envía un tal “Barcinonauta”. Le doy otro trago a la botella de whisky y comienzo a leer el e-mail... ¡Hip!... ¡Hip!... ¿Toi borracha?

02. CRONICA 01
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: “¡Qué bella es la música!”
El otro día fuí a un concierto de la Orquesta Universidad de Barcelona, que tocaba dentro de su propia universidad. El concierto era gratuito –dato importante- y el repertorio consistía en piezas de Mozart, Beethoven y Bizet. Al oírlas sólo una pieza me resultó familiar, y es aquí donde confieso mi incultura musical. Yo soy de los que sólo dicen “me gusta” o “no me gusta”. Pero retrocedamos en el tiempo, aunque sin los efectos especiales de “Regreso al futuro”.
Hacía “un día de perros” (¿qué culpa tienen los perros de que haga un mal día? Algún día lo investigaré).Cerré el paraguas y entré en la universidad. Después de subir unas escaleras y recorrer unos cuantos pasillos llegué al salón donde iba a tocar la orquesta. El salón estaba lleno de personas de “la tercera edad” y algunas de “la segunda edad”. He ido a pocos conciertos de música clásica pero siempre me maravillo al oír tocar a una orquesta en directo. Lo mejor que se puede hacer en un concierto es dejarse llevar por la música. Yo lo hice en algunos momentos, incluso me atreví a cerrar los ojos durante unos pocos segundos. No lo hice más tiempo por vergüenza a que alguien pensara que me estaba durmiendo, lo cual era cierto en el joven que tenía al lado. Delante mío una chica tenía su cabeza apoyada sobre el hombro de su novio, y me pregunté si tenía sueño o estaba enamorada. También observé a la orquesta y recordé un programa de televisión, en el que el maestro García Asensio permitía a un niño dirigir una orquesta y luego le regalaba una batuta.También me sorprendió la belleza de algunas violencelistas... junto a la belleza de su música, no vayan a pensar mal. Y ví a un violencista que vocalizaba igual que si estuviera cantando en silencio. Y el pianista era el único que llevaba una camisa verde. Y... escuchemos la música.
Luego llegó el descanso. Una mujer se fue quejándose de la mala acústica del salón. Otra confesó su incultura musical –mira, igual que yo. Y a otra le encantaba la actuación. Poco después se inició la segunda parte. Alguna cara de sueño. Los relojes marcaban casi las diez de la noche cuando los músicos tocaron la última nota, de una propina que no estaba en el programa. Aplaudí, salí del salón sin prisas-lo contrario de lo que sucede a la salida del cine- y me fuí a cenar.Y así pasé casi dos horas, con la satisfacción de haber hecho algo diferente a la rutina habitual. Y como se dice, mañana será otro día.

03. TENTACIÓN
Sigo depre... No. Sigo echa polvo. Hoy he ido a tirar la basura. He reciclado plásticos, tetra-bricks, cartones, cajas de comida congelada y seis botellas de cristal de whisky. Hoy me he jurado que no volveré a comprar más alcohol a no ser que sea para celebrar algo.
Ayer tardé casi dos horas en dormirme. No tenía sueño y cuando cerraba los ojos sólo conseguía ver a John. ¡Capullo! ¿Cómo se ha atrevido a dejarme si sabe que soy lo mejor que le ha pasado en mucho tiempo?... ¡Jo! Ahora que lo pienso ni tan siquiera sé en qué trabaja exactamente... ¡El muy cabrón me ha privado de la oportunidad de llamarle al trabajo cada hora y soltarle unos cuantos tacos!... ¡Mierda!... ¡Estoy atravesando una borrasca de energía negativa!

Acabo de subir del super... He comprado una botella de whisky... No he podido luchar contra la tentación... Odio las serpientes... Lo sé... Mi voluntad es débil y mi cuerpo también... Necesito olvidar...

He llenado medio de vaso de whisky y me he detenido. Lo he mirado unos treinta segundos y he bebido un sorbo. El resto lo he vaciado en el fregadero. He vencido a la tentación pero no me siento orgullosa... Quiero dormir...

No puedo entrar en el reino de Morfeo. Las imágenes de John están por todos los lados. Sueño con él despierta y estoy convencida de que también lo hago dormida. Es un alivio que no recuerde ninguno de mis sueños... ¿Qué diablos vi en un tipo como John para enamorarme de él?... Quiero dormir. Voy a concentrarme y sólo voy a pensar en que quiero dormir.

No lo consigo. He contado dos mil ovejas. Me he repetido quinientas veces “quiero dormir” y ¡nada de nada!. Me levanto y enciendo el ordenador. Tengo la tentación de ir a por la botella de whisky pero... ¡no!... Consulto el correo y me alegro de tener amigos. Bueno, en realidad tengo dos amigos, cientos dos spam y un e-mail del barcinonauta. Mi instinto periodístico me dice que lo lea y lo hago.

04. CRONICA 02
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: El arte salvaje
El otro día fuí a ver la exposición del “Salvaje Europeo”, coincidiendo con la jornada de puertas abiertas que realizaba el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) para celebrar su décimo aniversario. Cuando entré al metro comenzaba a nevar relativamente fuerte, algo inusual en Barcelona, pero cuando salí la nieve se había transformado en lluvia. Y es que en Barcelona las nevadas suelen ser bastante frustrantes porque te crean ilusiones que luego no cuajan.
Cuando entré al CCCB apenas quedaba una hora para cerrar. Había poca gente debido al mal tiempo... probablemente. En el vestíbulo había diez pantallas que proyectaban montajes de las actividades que había tenido lugar durante los primeros diez años de vida del CCCB. La verdad es que me habría gustado ver algo pero el objetivo de la visita era ver la exposición y el reloj avanzaba. Además, me encontré a un nuevo amigo y su novia con los que he coincidido tres veces en muy poco tiempo. Entramos todos juntos pero luego nos separamos.
La primera sala de la exposición estaba bastante oscura pero unos metros más allá la luz empataba en su partida contra la oscuridad. La exposición realmente era muy interesante pues la visión europea de los “salvajes” era muy variada. En ella podían verse desde esculturas de sátiros fornicando, a cuadros de Goya, un cuadro de Vvlad III Tepes, el Empalador –y antecedente del Conde Drácula-, películas de Luiz Buñuel, cómics de Conan el bárbaro o Lobezno de los X-Men, hasta fotogramas de las películas de Tarzán –el salvaje más civilizado de todos. Había obras turbadoras, inquietantes, divertidas, morbosas, picantes, fascinantes y extrañas. Quizás, lo que más me llamó la atención fueron unas fotografías de hombres peludos –similares a las películas en blanco y negro del hombre-lobo y un retrato de una mujer barbuda amamantado a un niño, del pintor José de Ribera, lo Spagnoletto. Y es que aquella mujer barbuda tenía más cara de hombre que de mujer, aunque una amiga mía opinaba lo contrario.
Cuestión de gustos.
Después de avisarnos por megafonía, repetidas veces, de que el CCCB iba a cerrar, salimos al exterior donde ni nevaba ni llovía. Una frustración. Y tras tomar un apetitoso suizo me dirigí al metro rebobinando en mi cerebro imágenes de aquellos interesantes salvajes, a los que la sociedad parecía haber domesticado.

05. SECRETOS, REPORTAJES Y AUTOCOMPASION
Comienzo a estar intrigada por saber la identidad de ese barcinonauta. Supongo que estoy obsesionada con los secretos. John era un mar de secretos. A veces me asusto cuando me pongo a imaginar la profesión de John. ¿Será un mafioso redimido que no se atrevía a revelarme su pasado? ¿Un dictador exiliado? ¿Un tiburón desalmado de las finanzas? ¿Un conspirador? ¿Un trabajador de la limpieza del Área 51? ¿Un periodista de la competencia que me ha estado tomando el pelo todo este tiempo?... Me estoy volviendo paranoica. No puede ser. No podría enamorarme de alguien así... ¿o sí?

He bajado al parque que tengo delante de casa a dar una vuelta y me he sorprendido pensando en escribir una crónica como esas dos que me ha enviado ese misterioso barcinonauta. ¿Me atraen los hombres con secretos? Tendré que meditarlo... Mi instinto periodístico me dice que me ponga a escribir.

He escrito una crónica de diez líneas de la vuelta de trescientos sesenta grados que he dado al parque... Qué patético. Pero es un principio. Miro el correo. Los tres primeros mensajes son de mi jefe. Me insiste. No. Debería decir que me lanza un ultimatum para que le envíe un reportaje antes de dos semanas o me despide. Tendré que ponerme a pensar rápido sobre temas para reportajes. Tomaré un café bien cargado y luego me pondré a ello.

No hay mensajes de John... Lo admito. Me gustaría leer uno suyo. Pero ¿qué demonios me gustaría leer? ¿Qué se arrepiente de su decisión y que quiere volver conmigo? ¡Nah! Eso sólo pasa en las películas románticas. Me repito cuarenta veces que soy una patética por pensar en cosas así. John me ha dejado. ¡Asúmelo Susan!

He cogido un kleenex para secar una lágrima que se ha salido de mi ojo sin mi permiso. Lo sé. Soy una floja y una sentimental y una idiota y... ¡Basta de hacerme la víctima!

Me obligo a seguir mirando el correo. El barcinonauta me ha enviado otra de sus crónicas. Quizás me alegre el día. La voy a leer.

06. CRONICA 03
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Un lunes al sol

El otro día estuve paseando por la Rambla Prim. Era una mañana de un lunes y aunque hacía frío era un día ideal para pasear. Lo primero que me llamó la atención fue la numerosa presencia de personas de “la tercera edad”, curioso eufemismo con el designamos a las personas que son viejas. Eso me llevó a pensar en el envejecimiento de la población que está experimentando Europa. Nuestros ancianos se están convirtiendo en un porcentaje importante de la población a los que nuestra sociedad capitalista intenta dejar de lado a veces. Nuestros padres ya son o pronto lo serán los jubilados que veremos pasear por las calles y nosotros ocuparemos su lugar dentro de cuarenta años. Da vértigo sólo de pensar en los cambios que se sucederán en las próximas cuatro décadas. Probablemente nos reiremos de algunas películas que hoy clasificamos como ciencia-ficción.
Mientras continuaba con mi paseo mi fijé en algunos ancianos, mujeres y hombres, que estaban sentados solos en un banco. Dos imágenes me vinieron a la cabeza. Una fue la carátula de la película “Los lunes al sol” y la otra imagen fue la de una mendiga, en cuyo rostro se mezclaba la dureza de la vida con los rasgos de quien podría ser una adorable ancianita en un mundo mejor. Aquella señora estaba sentada en la mesa de un café, rodeada por un carrito de la compra y una enorme bolsa donde guardaba “sus cosas”. Yo estaba en la mesa de al lado con unas amigas y recuerdo que ella nos preguntaba a menudo por la hora. De vez en cuando se quedaba dormida. Y antes de irnos su última pregunta fue si seguía lloviendo afuera. Y pensé que la soledad es muy triste en cualquier momento de la vida.
Seguí bajando por la Rambla Prim y me encontré a más ancianos. Algunos iban cargados con las bolsas de la compra. Otros paseaban a sus perros pequeños que insisten en ladrar a perros más grandes que ellos.. Otros leían la prensa gratuita, después de haber esperado largos minutos al repartidor. Una mujer era objetivo de un grupo de religiosas que intentaban reclutarla. También vi a abuelas orgullosas paseando a sus nietos. Y a una mujer que caminaba muy bien, a pesar de llevar dos muletas.
Llegué al final de mi paseo y me encontré a un numeroso grupo de ancianos contemplando las obras del Forum, en medio del ruido y la polvareda. Y me alegró ver la ilusión con la que algunos miran hacia el futuro.

07. CAFE Y PASTILLAS
He hecho unas pocas entrevistas y tengo la sensación de que ya tengo el reportaje encaminado por la senda correcta. También he conseguido pasar una hora sin pensar en John. ¿Pensará él también en mí? Tengo la sensación de que sí lo hace pero... ¿me estoy engañando?...

Me hago un café y mientras dejo que su aroma impregne mis fosas nasales recuerdo una tarde lluviosa en que John y yo íbamos paseando cogidos de la mano como dos quinceañeros enamorados cuando una tormenta nos sorprendió. Nos metimos rápido y un bar y pedimos un café. John siempre echaba tres sobres de azúcar al café, soplaba un poco, daba dos sorbos, me miraba como un niño al que le han sorprendido dibujando en la mesa del colegio y me sonreía como la primera vez que nos vimos. Creo que me enamoré de su sonrisa... y de su culo, aunque suene a tópico. También recuerdo que me miraba fijamente al escote. Yo le lancé una mirada de enojo. Él se encogió de hombros y reaccionó como un niño que ve por primera vez una revista de mujeres desnudas. Se atolondró y se le cayó un poco de café encima del pantalón. Yo rompí en una carcajada que no pude contener. Todo el bar nos miraba. John estaba más rojo que un tomate maduro. Se limpió el pantalón como un gentlemen y dio un sorbo al café como si no hubiera pasado nada. Entonces me miró muy serio. Yo reaccioné instintivamente y me tapé la boca con la mano para que no viera que me estaba riendo de él. Entonces John me sonrió.

Volví al ordenador y consulté el correo. Había un e-mail de un remitente que se llamaba “1936”. En el asunto también ponía “1936”. El mensaje sólo decía lo siguiente: “Debes tomar una decisión: ¿Pastilla roja o pastilla azul?”. Lo primero que pensé es que se trataba de un fanático bromista de “Matrix”. Luego me dije ¿por qué no? ¿Qué pierdo contestando el mensaje? Hice caso de mi instinto periodístico y contesté “pastilla roja”. Pulsé enviar y me quedé con la sensación de que aquel número pronto formaría parte de mi vida. Seguí mirando el correo y vi otro e-mail del Barcinonauta con una nueva crónica de sus viajes por Barcelona. Abrí el e-mail y empecé a leer con curiosidad el último viaje de mi misterioso admirador.

08. CRONICA 04
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Tres minutos bajo tierra

El otro día pasé por el transbordo de metro que une las líneas violeta y roja con la línea amarilla. El transbordo transcurre bajo treinta números del Passeig de Gràcia, Salí de un vagón de la línea verde, subí unas escaleras y llegué a un vestíbulo donde me esperaba un larguísimo túnel recto que no parece tener final. Miré mi reloj y me dispuse a cronometrar el trayecto.
Mientras iba caminando me vino a la mente la escena en que las naves rebeldes vuelan por un interminable pasillo de la Estrella de la Muerte, mientras son perseguidas por las naves imperiales. Volviendo a la realidad de aquel pasillo subterráneo, los rebeldes se movían mezclados con los imperiales. Era imposible distinguir a unos de otros, pues sin una bandera o un carnet político en la mano todos somos más iguales.
De repente ví como alguien me adelantaba, a pesar del tráfico intenso que venía en dirección contraria. Los adelantamientos que hacen las personas en ese transbordo son más temerarios que los que hacen cuando van en coche, afortunadamente cuando dos personas chocan de frente no hay muertos. Vamos con prisa a todos los sitios y a veces por querer ganar cinco minutos perdemos la vida. La impaciencia se ha convertido en un peligroso enemigo de nuestra sociedad.
Sigo caminando y me fijo en una cámara de circuito cerrado que me recuerda que estoy siendo vigilado. Menos mal que no estoy en “El Gran Hermano”. Las cámaras se han convertido en nuestras compañeras inseparables. Por un lado ganamos seguridad y por otro lado perdemos libertades. La vida está llena de contradicciones. Me alejo de allí y sonrío al ver que algún rebelde ha dejado una lata de cerveza encima de la cámara.
Continúo paseando. Me fijo en los graffitis que salpican las paredes. Los mensajes románticos conviven con las protestas contra la guerra y la defensa de la paz. Y pienso que la juventud está viva. Por el camino me cruzo con chicas guapas, con un guitarrista que toca para alegrar las caras grises de la gente, con un vendedor ilegal de bufandas y con dos guardas de seguridad que se disponen a echarlo de allí. No hay nadie pidiendo. A nadie le gusta ver la pobreza que algún día nos puede alcanzar.
Estoy llegando al final del túnel. Sé que no estoy en el cielo porque en vez de luz veo un quiosco de golosionas. Miro el reloj. He pasado tres minutos caminando por ese pasillo. La línea amarilla me espera y dejo atrás a los imperiales y a los rebeldes.

09. OBSERVADORA
Estoy sentada en la terraza de un bar tomando un café solo, sin azúcar, como a mí me gusta. Tengo el portátil delante. Está conectado. Estoy escribiendo las primeras líneas de un reportaje que tengo que entregar al jefe esta semana. La cuenta atrás ha comenzado. Doy un sorbo para controlar la presión del stress e intento relajarme. Observo la gente que camina por la calle. Veo a un niño pequeño tirando de su abuelo, que no puede ir más deprisa el pobre. También veo a un perro tirando de su desesperada ama, que no puede tener una conversación tranquila con el móvil. Miro un poco más a la derecha y comprendo a qué viene tanta prisa canina. Una perrita al otro lado de la calle ha seducido al chucho. Creo que está en celo. Un poco más allá veo a una quinceañera tirando de su novio y arrastrándolo de la mano hacia el cine. Si es una pareja equilibrada echarán a suertes qué película verán. Si él es un caballero de los antes le dejará elegir a ella. Si él es un machista de los de antes verán una de puñetazos y explosiones. Si ella es de las que lleva los pantalones en casa verán una romanticona... ¿Qué tipo de pareja éramos John y yo?... Creo que no quiero responder ahora a esa pregunta... Sigo mirando a la gente que pasa delante de mía. Me estoy pareciendo a ese barcinonauta. Voy a mirar el correo a ver si me ha mandado otra de sus crónicas. Creo que me estoy enganchando a sus e-mails. Hoy sólo tengo treinta y seis spams, tres e-mails de amigos, cuatro de mi jefe y... “1936” me ha respondido. Entro y leo lo que dice: “Has tomado la pastilla correcta. Eres una curiosa empedernida. Si quieres saber más entra mañana a esta misma hora en el foro de la página http://1936visiones.blogspot.com/ y te diré dónde podemos quedar para hablar.” No puedo negarlo. Estoy intrigada. Bebo un sorbo de café e intento olvidarme del mensaje. Voy a jugar a hacer de barcinonauta.

El fino aire que sopla por la calle acaricia mi melena y mis pómulos. Una sensación electrizante y cosquilleante recorre el vello de mis brazos. Se oye algún parajarillo porque en ese momento no pasa ningún coche. El café está delicioso. Esto es lo más parecido a estar en el cielo. Vuelvo a la realidad y compruebo que el barcinonauta me ha enviado una nueva crónica. ¿Se enfadará si le hago la competencia escribiendo mis propias crónicas? Comienzo a leer su e-mail.

10. CRONICA 05
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Tarareando bajo la lluvia
El otro día cogí el autobús nocturno en medio de una lluvia que parecía anunciar la llegada del diluvio universal. Eran las dos de la madrugada cuando el conductor salió de Plaza Cataluña con una puntualidad inglesa, muy agradecida a esas horas.
El autobús iba casi vacío. A mi derecha iba sentada una joven que oía música por los auriculares mientras comía con apetito unos donuts de chocolate. Más tarde se dormiría y se despertó justo al llegar a su parada, que casualmente coincidió con la mía. Pero luego cada uno emprendimos caminos separados. Y es que la vida une y desune los destinos de las personas de una forma muy caprichosa.
El autobús llegó a Plaza Universidad y luego se dirigió al Mercado de San Antonio. Miraba por la ventana y los coches parecían lanchas. El autobús era el barco. En el interior sólo se oía el ruido del motor y en las paradas se dejaba oír el ruído intermitente y casi hipnotizante del limpiaparabrisas. Y yo empecé a tararear la melodía de “Cantando bajo la lluvia”, una canción muy vital que siempre alegra el corazón.
Estaba empezando a formarse vapor en las ventanas. Miré al exterior y ví muy pocas personas. La mayoría llevaban paraguas. La minoría eran encapuchados que tenían un halo de misterio bajo la lluvia y la oscuridad de la noche. También ví a personas sin paraguas. Unos eran valientes que desafiaban a la adversa climatología y otros eran resignados y despistados, cuyos paraguas se estaban riendo en sus casas.
Mientras bajábamos por la Avinguda del Paral.lel tuve que limpiar un poco mi ventana pues estaba llena de vapor. A través de una ventanita circular que me hice observé que los bares estaban abarrotados de gente. En una terraza protegida por un toldo una pareja tomaba un café. Más allá otra pareja se besaba con pasión. Y es que a veces los besos resultan más cálidos cuando las gotas de lluvia son más frías.
Atrás quedaban el paseo de Colom y la Villa Olímpica. En mi ventana de vapor dibujé dos ojos y una sonrisa. La tormenta amainaba. El autobús se fue llenando de gente. Volví a mirar mi ventana y ví que el vapor estaba borrando la sonrisa que había dibujado. Volví a dibujar dos ojos y una sonrisa en la ventana. Quería dejar “mi huella” pasajera en aquel autobús. Eran las dos y treinta y ocho minutos de la madrugada cuando bajé del autobús. Ya no llovía y yo me fuí caminando y tarareando “Cantando bajo la lluvia”. Y es que en la vida hay que sonreír y si llueve hay que cantar.

11. FORO
Estoy sentada en el puerto de Barcelona, junto a un muelle deportivo de yates de lujo, de esos que la mayoría de los mortales sólo podemos soñar con ganar en algún concurso de la tele. Tengo mi portátil encima. Es la hora. Entro en la página http://1936visiones.blogspot.com/, tal como me dijo me misterioso informador. ¡Otro hombre con secretos! ¿O será una mujer? Entro en el foro y al final leo: “1936 dice: Si estás ahí dame una señal”. Dejo un mensaje bajo el apodo “Cafetera” y contesto: ¿Has mirado qué hora es?”. A continuación nos dedicamos a intercambiarnos mensajes:

1936 dice: OK. He visto la señal.

Cafetera dice: Tengo un rincón secreto donde podríamos quedar para hablar.

1936 dice: ¿Por qué es secreto?

Cafetera dice: Porque estamos en un foro sobre secretos. ¿No te has dado cuenta?

1936 dice: No te hagas la listilla conmigo. ¿Cuál es ese rincón secreto?

Cafetera dice: En el Forum, debajo de las placas solares.

1936 dice: Lo conozco. ¿Quieres poner también la hora?

Cafetera dice: Mañana a las diez... de la mañana.

1936 dice: Hasta mañana.

Intuyo que mi misterioso informador se ha ido. Consulto el correo y veo que mi barcinonauta me ha enviado una nueva crónica. Tengo que proponerle de utilizar este foro para quedar y charlar un día de estos. Voy a leer su crónica.

12. CRONICA 06
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Pensando en los señores del castillo.
El otro día fuí a ver un documental que proyectaban de forma gratuita en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Se titulaba “Hay Motivo” y se componía de 32 cortos de unos tres minutos de duración cada uno. Estaban realizados por algunos algunos de los más reconocidos directores del cine español y en ellos se ofrecía una visión crítica de la política del Gobierno. Los trovadores y juglares de nuestro tiempo iban a hablar en contra de los señores del castillo y allí estaba el pueblo para oír y ver sus obras.
Recuerdo que viajé enlatado -como las sardinas- en un vagón de metro. Salí de la estación y a paso acelerado llegué al CCCB. Sospechaba que podría haber mucha gente pero la verdad es que no me esperaba tanta. A veces la vida supera las expectativas que nos hacemos ante ella. Cuando llegué al CCCB me encontré con una cola que daba la vuelta entera a la plaza que hay delante del museo. Rápidamente me puse a hacer cola como todos los demás.
Aquello era como ir al cine pero más. Algo así no lo veía desde el estreno de “Star Wars, Episodio I”. Al final, la cola humana daba casi tres vueltas a la plaza del CCCB. Por fin empezamos a entrar y allí sucedió lo que acaba pasando casi siempre en estos casos. Varias personas empezaron a colarse ante los silbidos de protesta de las víctimas más próximas de aquel atropello. Y es que el egoísmo del ser humano asoma en los momentos más inesperados.
Aunque reconozco que no soy bueno calculando multitudes, creo que había cerca de mil personas llenando el vestíbulo del CCCB. La mayoría estábamos de pie. Por fin empezó la proyección y la gente aplaudió cada uno de los cortos. Algunos provocaban sonrisas y otros tristeza, como la vida misma, pero todos hacían reflexionar. ¿Somos gobernados por los políticos que nos merecemos?. ¿El poder siempre corrompe?. ¿Los buenos sentimientos son compatibles con la política?. ¿Hacia dónde vamos?. Son preguntas para responder con matices. Y después de casi dos horas de estar de pie y aplaudiendo cada tres minutos, salí de allí pensando en el lema final del documental: “Hay motivo para pensar”... y luego que cada uno piense lo que quiera.
Cuando cogí el metro por fin pude sentarme, pensar, reflexionar y esperar para actuar el día en el que el pueblo vota para decidir quiénes serán los señores del castillo.

13. TRAGEDIA
Estoy en el Forum, debajo de las placas solares. Son las diez de la mañana. Tengo el presentimiento que mi misterioso informante no vendrá

Espero hasta las once y me voy en busca de un café sólo y sin azúcar.

Llego a casa y tengo la tentación de conectarme a internet pero la esquivo. Me tumbo en el sofá mientras escucho un CD de Lorena McKennit. Me relajo tanto que me quedo dormida.

Levanto los párpados igual que la pesada persiana de la ventana de mi habitación. Voy al lavabo y me lavo la cara. Miro el reloj y ¡Son casi la una! ¡He dormido dos horas seguidas! Me voy a mi habitación y me conecto a internet. Leo la noticia del día. Ahora sé porqué mi informante no se ha presentado a la cita. Ha sucedido algo terrible. Miro el correo y no tengo ningún mensaje de “1936” ni ninguna crónica del Barcinonauta. Tan sólo tengo millones de spam. Exagero un poco. Tan sólo unas docenas de spam. Oigo la señal de mi móvil de que he recibido un ese, eme, ese. Es John. Me pregunta si estoy bien y si mis amigos en Madrid también lo están. Le contesto que estoy bien y que acabo de enterarme de la noticia. Las siguientes dos horas me las paso hablando con todos mis amigos de Madrid, preguntándoles si están bien y animándolos.

Todos mis amigos están bien.

Han pasado ocho días. “1936” no ha contestado a ninguno de mis mensajes. El Barcinonauta tampoco. Oigo la señal de mi móvil de que he recibido un ese, eme, ese. Es Joseph... ¿el mejor amigo de John? Quiere hablar conmigo. Ahora no quiero contestarle. Quizás más tarde. Actualizo mi correo y veo que tengo un mensaje del Barcinonauta. Me levanto de la silla y me preparo un café bien cargado. Me estoy acostumbrando a leer sus crónicas bebiendo un café. Es una fusión de dos placeres: El placer de la comida –en este caso, bebida- y el placer de la lectura. Me llevo el café hasta la habitación y comienzo a leer la crónica mientras doy un sorbo a la taza.

14. CRONICA 07
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Once líneas en blanco
El otro día fuí al único sitio donde mi corazón y mi conciencia me pedían ir. El otro día fuí al Passeig de Gràcia a manifestarme por las víctimas de la brutal masacre de Madrid del once de marzo, un triste capítulo para la Historia. Allí había un millón y medio de personas que venían de todos los rincones de Barcelona y de sus alrededores. Aunque por los altavoces pedían silencio, éste era interrumpido intermitentemente por olas de aplausos. Quizás lo más impresionate fueron los momentos de silencio casi absoluto, únicamente interrumpidos por un helicóptero que sobrevolaba la manifestación y por algún móvil despistado. Las familias de los muertos y heridos son los protagonistas involuntarios de la terrible tragedia y lo único que se puede hacer por aliviarles su dolor es ofrecerles muestras de apoyo. Mi gesto desde aquí es dedicarles once líneas en blanco para que cada uno escriba lo que sienta en estos momentos o simplemente para descansar de leer.











La manifestación empezó a las siete y acabó, oficialmente, a las ocho -apenas avanzamos treinta metros-. Extraoficialmente, acabó más tarde de las nueve, hora a la que llegábamos unos cuantos a Plaza Cataluña. La masacre de Madrid fue terrible. El mundo es injusto y eso nos asusta. Y es en momentos de tragedia, dolor y desesperación cuando surge lo más fuerte del alma humana. El otro día fuí a manifestarme en contra de la violencia y del terrorismo, y también fuí a manifestarme en favor del mayor tesoro que poseemos, la VIDA.

15. PETICION DE CITA
Me he acabado de duchar y entro en mi habitación envuelta en una toalla, mientras me enrollo otra toalla alrededor de mis cabellos. Estoy pensando en ir a la peluquería pero todavía no me he decidido por ningún peinado en concreto. ¿Quizás sólo las puntas?... John nunca se daba cuenta de cuando sólo me cortaba las puntas. Siempre tenía que darle alguna pista. ¿Qué estará haciendo John en estos momentos? Me olvido de la pregunta y me conecto a internet mientras me preparo un café solo, sin azúcar. Tengo un mensaje de “1936”. Lo leo.

De: 1936
Para: Susan
Asunto: Petición de cita.
¿Quedamos mañana a las diez en tu rincón secreto?

Contesto.

De: Susan
Para: 1936
Asunto: RE. Petición de cita.
Si me vuelves a dar plantón me retiro.

Mi misterioso informante me contesta.

De: 1936
Para: Susan
Asunto: Re. RE. Petición de cita.
Eres demasiado curiosa para retirarte ahora pero no te preocupes. Allí estaré.

Quiero responderle pero no lo hago. Mañana saldré de dudas. Releo por última vez mi reportaje y se lo envío a mi jefe. Actualizo el correo y ahí está, puntual a su cita, mi barcinonauta con otra de sus crónicas.

16. CRONICA 08
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: La Casa de la Fe
El otro día estuve desayunando y leyendo el diario en un bar que hay delante de la Catedral de Barcelona. Después de pagar lo que había consumido a un camarero agobiado por el trabajo me dirigí a la Catedral, cuya fachada estaba escondida en parte tras una inmensa red de color verde. Cruzé la plaza y esquivé una oleada de turistas. Subí por las escaleras donde dos mimos disfrazados de Cristo y de una ángela parecían dar la bienvenida a la Casa del Señor. Cerca de ellos había una tienda de souvenirs religiosos y dos mendigas y un hombre manco pedían caridad.
Entré dentro y me encontré a más turistas y fotógrafos ametralladores y me pregunté cuántos de aquellos eran realmente creyentes, pues la fe y los valores son algo que nuestra sociedad va perdiendo en un lento goteo. Había un hombre que pedía en vano un silencio que era boicoteado irreverentemente. A mi izquierda se estaba celebrando un pequeño bautizo y a mi derecha tenía lugar una misa en la que participaban unos pocos feligreses. Y en el centro ví monitores que anunciaban los horarios de las misas y mostraban el mapa de la Catedral en varios idiomas. La igleasia se está modernizando permitiendo la entrada de las tecnologías en sus iglesias. Lástima que no se modernize en otros aspectos.
Mientras paseaba eché de menos que hubiera un coro cantando, que hubiera menos luces eléctricas y más velas, menos gente y más tranquilidad. Y en busca de serenidad fue así cómo entré en el claustro. Allí encontré lo que buscaba, después de acostumbrarme al murmullo y al ir y venir de los turistas. Las altas palmeras, el sonido del agua, los finos rayos del sol, el sonido de las campanas o el aleteo de las palomas transferían un cierto misticismo a aquel lugar. De repente todos nos sorprendimos cuando las ocas se pusieron a cantar al mismo tiempo. Y es que quien diga que está curado de espantos es un mentiroso.
Salí al exterior por una puerta lateral y me mezclé con los turistas. Fuera había una mujer cantando el “Ave Maria” y pidiendo dinero. Y pensé que el arte de aquella mujer debía de expresarse dentro de la Catedral, pues tal vez su voz musical aportaría algo especial a las vidas de los que entran dentro de la Catedral en busca de de una fe perdida, de una fe encontrada o, simplemente, en busca de una fotografía. Por mi parte, no entré en busca de nada en concreto pero cuando salí me encontré con la primavera.

17. CONVERSACION
Vuelvo a estar en el Forum, debajo de las placas solares. Son las diez de la mañana. No hay nadie en los alrededores. Es comprensible porque hace mucho viento y unas nubes muy oscuras escupen gotas de agua de lluvia. Camino entre las colosales columnas que sostienen las placas solares que hay encima mío cuando oigo sonar insistentemente un móvil. La melodía es “La marcha imperial” que compuso John Williams para la película “El Imperio Contraataca”. Creo que va a resultar que ese “1936” también es un fan de Star Wars como mi John... ¿He dicho mi John?... pero si ya no es mío... Borro mis últimos pensamientos y localizo el móvil abandonado, que está en el suelo junto a una de las columnas. Lo cojo. La pantalla me indica que el que llama es “1936”. Contesto la llamada.
-SUSAN: ¿Sí?
-1936: Hola Susan. Supongo que sobran las presentaciones.
-SUSAN: ¿No tienes otro nombre que no sean esos números?
-1936: De momento tendrás que conformarte con ese nombre.
-SUSAN: Me conformaré... ¿Por qué has contactado conmigo?
-1936: ¿Eres periodista, no?
-SUSAN: Sí, lo soy... de las mejores.
-1936: Tu ambición me gusta... ¿Te gusta revelar secretos?
-SUSAN: Depende.
-1936: Tu ambición ha bajado...
-SUSAN: Sí, pero también puedo hacerla subir... Sí. Me gusta revelar secretos.
-1936: ¿Por qué no has traído una ropa más de abrigo? Vas a pillar una pulmonía con este viento.
-SUSAN: ¿Me estás viendo?
-1936: Sí, pero no te voy a decir dónde estoy. Si tratas de localizarme mi iré y buscaré a otra colega tuya... Esa que odias tanto.
-SUSAN: No la odio.
-1936: Como prefieras. ¿Te importa si te vuelvo a llamar en cinco minutos?...¡CLICK!
¡Me ha colgado!

18. SEGUNDA CONVERSACION
Miro a mi alrededor y no veo a nadie. ¿Dónde puede estar escondido? Lo único que he podido averiguar es que su voz es masculina, ha investigado sobre mí y conoce un secreto que me lo quiere entregar. ¿Por qué a mí? Oigo la señal de que he recibido un ese, eme, ese en mi móvil. Es Joseph e insiste para que quedemos un día de estos para hablar. Creo que fui lo suficientemente clara cuando le dije que no podía amarle... No mientras sus secretos fueran prioritarios sobre mí... ¿Por qué con John es diferente? Él también tiene secretos pero... Suena el móvil. Es “1936”. Contesto la llamada.
-SUSAN: ¿Problemas?
-1936: Nada que no pueda solucionar... Me he asegurado que no nos vigilan.
-SUSAN: ¿A mí también me vigilan?
-1936: Si te implicas en esto seguro que lo harán.
-SUSAN: ¿De qué se trata?
-1936: Es muy peligroso hablar por teléfono. Nos pueden estar grabando desde los cielos... Sí, ya sé que sólo ves nubes pero por encima de ellas hay satélites y son mejores espías que el Sputnik.
-SUSAN: ¿Qué propones?
-1936: Déjame pensar.
-SUSAN: Creía que lo tenías todo planificado.
-1936: Estoy improvisando. Soy muy bueno en ello... como John.
-SUSAN: ¿Conoces a John?
-1936: ¿Estás segura que quieres revelar este secreto?
-SUSAN: Lo estoy.
-1936: Algunas personas están dispuestas a matar para que no salga a la luz pública.
-SUSAN: Me arriesgaré... ¿Por qué te llamas mil novecientos treinta y seis?
-1936: Tengo que irme. Seguiremos en contacto... ¡CLICK!
Ha vuelto a colgar y me ha dejado rodeada de misterios. El día sigue gris y ventoso. Me voy a casa a prepararme un café solo, sin azúcar, como a mí me gusta, mientras leo las dos crónicas que me ha enviado el Barcinonauta. ¿Cómo he podido aguantar sin leerlas? Ah... Ya me acuerdo. Estaba muerta de sueño. ¿Por qué me habrá enviado dos crónicas seguidas?

19. CRONICA 09
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: La ciudad se despierta
El otro día salí a pasear con la primavera. En la ciudad se empezaba a respirar la llegada de la estación de la renovación y el colorido, de la luz y la exuberancia, del frescor y los sentidos. Hacía sol y era una mañana muy agradable para callejear. Empecé mi viaje en Arc de Triomf. Era sábado por la mañana y media ciudad se estaba despertando todavía.
En un parque un hombre dormía en un banco y utilizaba su maleta como almohada. De pronto un ciclista me tocó la bocina porque yo había invadido su carril. Lo admito. Los peatones a veces somos muy incívicos y despistados. Un poco más allá algunos padres jugaban con sus hijos y otros se limitaban a vigilarlos de cerca. Y es que nacemos sin manual de instrucciones para ser buenos padres o buenos hijos.
Poco a poco el murmullo de la gente fue aumentando en intensidad y se mezcló con el ruido de los coches, el aleteo de las palomas, las risas de los niños y alguna sirena ocasional. Aún así la tranquilidad se había instalado en las calles. Había gente que paseaba con sus mochilas, perros que hacían footing junto a sus amos ciclistas y hasta una mujer que hablaba sola y maldecía a las autoridades.
Cuando llegué a la altura del Auditori me sorprendió oír el cantar de los pájaros con nitidez. Aquella isla de paz se rompió cuando el semáforo se puso en verde para los coches y los acelerones de los motores volvieron a llenar el habitual caos sonoro de la ciudad. Seguí andando y ví a un mujer paseando con dos fox-terrier gemelos y a un un pobre hombre arrastrando dos destartalados carros de la compra. También ví a una pareja de enamorados escondiéndose tras una columna del Teatre Nacional de Catalunya y a varios ancianos leyendo, tomando el sol o viendo pasar la vida sentados en unos bancos, mientras un suave viento acariciaba las palmeras. Alcancé la torre Agbar tras cruzar por las vías del futuro tranvía. Unos ciclistas me adelantaron por la acera. Miré al suelo y ésta vez yo no invadía ningún carril-bici. En el nudo de las Glorias el tráfico se había colapsado. ¡La ciudad se había despertado!
Decidí finalizar mi paseo bajando por la Diagonal. Los pies me dolían y se acercaba la hora de comer. Decidí que intentaría hacer un plato que ví preparar a Arguiñano en la televisión. Había que celebrar la llegada de la estación en la que nuestro cuerpo se despierta y tiene más apetito. Que aproveche señorita primavera.

20. CRONICA 10
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: “Buen viaje” en la estación de la vida
El otro día me acercé a la estación de autobuses Barcelona Nord. Era media mañana y había pocos autocares. Antes de llegar algunas personas entraban y salían seguidas por sus inseparables maletas rodantes. Para algunos había acabado el viaje y para otros empezaba. Y es que nos pasamos la vida viajando, física y emocionalmente. Cada etapa de nuestra vida es un nuevo viaje porque todo viaje es un cambio.
Dentro de la estación había poca gente. Algunos dormían estirados o sentados en los bancos. Otros buscaban sus autocares en los monitores. Y otros hacían cola delante de las taquillas para sacar un billete hacia una nueva aventura. Por megafonía anunciaron la llegada de un autocar. Una chica con el billete en la boca y con prisas se cruzó en mi camino. Mientras bajaba las escaleras mecánicas para dirigirme a los andenes donde estaban los autocares, otra chica con maleta y con prisas me adelantó. Y es que en las estaciones la gente se mueve a dos velocidades. Los que van con prisas y los que van tranquilamente, dos formas tomarse la vida, dos formas opuestas y también complementarias.
Abajo la gente se arremolinaba en torno a la chica de información. Muchos eran inmigrantes y eso me hizo pensar en algunos de nuestros padres que lo fueron y en cómo nos enfrentamos nosotros a una nueva y diferente inmigración. Hay muchos prejuicios en la sociedad y muchas injusticias por resolver. Algunas soluciones corresponden a los políticos y otras a nosotros, el pueblo. Ojalá en la universidad se impartiera la carrera de solucionador de problemas sociales.
Mientras veía a la gente esperando, comiendo, conversando, discutiendo pensé que en aquella estación de la vida convivían alegrías con tristezas, expectativas con decepciones, ilusiones con frustraciones, corazones rotos con corazones enamorados. La estación es un cúmulo de historias personales.
Afuera algunos autocares calentaban motores. Otros estaban aparcados en las terminales y eran lavados por dentro. Los conductoores cargabann las maletas de los viajeros. Los amantes se despedían con tristeza y con la ilusión de volverse a ver. Cuando salí de la estación ví a un autocar partir hacia un horizonte más allá de la ciudad. También oí a un taxista desear "buen viaje” a unos pasajeros que había traído. Y es que esas palabras nos las deberíamos de decir cada vez que nos suena el despertador.

21. PREMONICIONES
Son las dos de la mañana. Estoy sudorosa y el corazón me late a mil por hora. He tenido una pesadilla. Me levanto de la cama, entro en el lavabo y me mojo la cara. Entro en la cocina, me preparo un café solo, sin azúcar. Mientras lo tomo miro a través de la ventana la fauna urbana que corre por las calles a esas horas. Me entran ganas de escribir sobre lo que estoy viendo. Definitivamente, me estoy convirtiendo en una barcinonauta. De pronto recuerdo un sueño que me explicó John el año pasado. ¿Por qué no lo he recordado hasta ahora?... John tenía sueños raros de vez en cuando pero sé que no me los contaba todos. Supongo que no quería preocuparme. Yo le seguía la corriente. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí... por el sueño de John.

Eran las dos de la mañana cuando John se despertó sudoroso y con el corazón latiéndole a mil por hora. Había tenido una pesadilla. Le tranquilicé y le pregunté si quería contármela. Esta vez sí me contó su sueño.

Me vio a mí esperando en el Forum, debajo de las placas solares.

Luego le vienen imágenes de un tren destrozado y lleno de cadáveres sangrantes.

Me vuelve a ver a mí. Ahora estoy durmiendo en el sofá escuchando música de Lorena McKennit –de tanto que la ponía, conseguí que a John también le gustase. Me despierto y veo una noticia terrible en internet.

Le vuelven a venir imágenes de un tren destrozado y lleno de cadáveres sangrantes.

Ahí acabó la pesadilla que John tuvo aquella noche y... se ha cumplido. ¿Cómo es posible que no me haya acordado hasta ahora?... A veces John me daba miedo. No era la primera vez que tenía una premonición que se hacía realidad. Un escalofrío me recorrió toda la columna vertebral. Me sentía intranquila. Decidí conectarme a internet y mirar el correo para ver si el Barcinonauta me había enviado otra de sus crónicas. Sí, había una. Voy a leerla.

22. CRONICA 11
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Un mercado para lo viejo y para lo nuevo
El otro día fuí al Mercado de San Antonio. Era un domingo por la mañana y estaba abierto. Allí no se vendía ropa ni comida. Lo que allí se vendía eran libros, cómics, películas de vídeo y DVD, juegos de ordenador, cromos de rol, minerales, muñecos y objetos para coleccionar. Es un lugar al que acude la gente aunque llueva o haga frío, es un lugar al que acuden muchos fieles.
Eran las diez y media de la mañana y algunos vendedores todavía estaban acabando de ordenar sus mercancías, en las paradas que rodean el mercado por su parte exterior. Treinta minutos más tarde aquello comenzó a llenarse de gente y una hora después era casi imposible avanzar por algunos tramos. Y es que hay que ir cargado de paciencia pues es inevitable recibir –y también propinar- algún pisotón o empujón.
El Mercado de San Antonio los domingos por la mañana puede ser muy adictivo. Allí se encuentran cosas, en ocasiones tesoros, que no hay en ningún otro sitio. Allí lo viejo y lo nuevo, lo antiguo y lo moderno se dan la mano. Se pueden encontrar precios de saldo. Se pueden terminar y comenzar colecciones. Y si uno tiene poca fuerza de voluntad, quizás ablandada por tanto mensaje publicitario manipulador, puede acabar siendo víctima de caprichos temporales y comprar cualquier cosa. A veces es mejor ir con poco dinero, pues allí no valen las tarjetas de crédito, pero siempre hay que ir con la ilusión de encontrar alguna cosa que nos sorprenda o nos ilusione.
Allí va gente de toda Barcelona, incluso turistas. Allí van grupos de amigos, novios, familias enteras y solitarios. Allí hay gustos para casi todos, incluídos los que miran las revistas pornográficas con disimulo. Allí los vendedores y los clientes hablan de precios, de las últimas novedades en cómics o vídeojuegos, del Barça, de la masacre de Madrid del 11-M, de la última película que han ido a ver, de la vida. Y siempre es sorprendente ver al camarero que pasa entre la gente cargado con una bandeja llena de tazas, mientras va gritando “¡Cuidado!” y reparte los cafés entre los pacientes vendedores.
Este mercado es un rincón muy particular para pasear un domingo por la mañana, un rincón donde la cultura, el consumismo y el coleccionismo enseñan su mejor cara a los transeúntes. A veces es una cara con arrugas y a veces es una cara lisa. Y es que a la vejez y a la juventud del arte les gusta pasear en domingo por el mercado.

23. INSOMNIO
Acabo de leer la nueva crónica del Barcinonauta y también me acabo el café. El corazón ya no me late a mil por hora. Todavía no tengo ganas de ir a dormir. De pronto me entran ganas de ordenar la habitación pero quiero hacerlo con música de fondo. Me pongo una canción de “El Increíble Hombre Menguante”, un cantante que descubrí este domingo por internet. Comienzo a ordenar el escritorio de mi ordenador. Miro la carpeta a la que he puesto el nombre de “Nuevo caso”. Dentro sólo hay un documento con unas pocas notas de todo lo relacionado hasta ahora con ese misterioso secreto sobre mil novecientos treinta y seis. ¿Será algún secreto de alcoba? ¿Un cadáver escondido bajo el jardín? ¿Un caso de desfalco? ¿De corrupción?. Me divierto especulando. De repente bostezo. Creo que se me han acabado las ganas de ordenar. Me siento en el sofá y espero a que me entre el sueño. Intento relajarme oyendo la canción de “El Increíble Hombre Menguante”.

Se me cierran los párpados un instante pero los vuelvo a abrir. El sueño está llamando a mi puerta.

Creo que me he quedado dormida cinco minutos. Quito la música y decido irme a la cama pero antes quiero mirar el correo, a ver si el Barcinonauta está despierto y me ha enviado otra de sus crónicas. Actualizo el correo y ¡Sí! Me ha enviado una crónica hace dos minutos. Le envío un correo.
De: Susan
Para: El Barcinonauta
Asunto: ¿Estás despierto?
He mirado el correo y he visto que me acabas de enviar una crónica. ¿Tienes insomnio?
Me responde.
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: RE. ¿Estás despierto?
A veces me gusta trabajar a dormir. Me voy a dormir. Buenas noches.
Qué educado. Yo también me voy a ir a dormir pero antes leeré su crónica.

24. CRONICA 12
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Descalzo en la playa, afortunado en la tómbola
El otro día me fuí a pasear a la playa de la Nova Mar Bella. Era lunes y tenía los pies cansados de haber caminado mucho durante el fin de semana. Había leído en varias revistas que caminar descalzo por la arena reactiva la circulación sanguínea de los pies. Y es que mis pies tan sólo querían volver a sentirse vivos.
Eran las siete de la tarde cuando llegué a la playa. Era primavera y también el prólogo de una fría borrasca de dos o tres días que anunciaban los hombres del tiempo en la tele. El sol se estaba poniendo. Apenas había cinco o seis personas paseando y algunos deportistas esporádicos. Delante mío estaba la arena y bajé a su encuentro. Me descalcé y comencé a caminar por aquel mar de dunas. Rápidamente mis pies se relajaron y comenzaron a sentir el frescor de la arena. Era una sensación muy agradable. Varios pasos después me senté a contemplar el mar. Era de un azul oscuro y estaba algo embravecido. Había nubarrones en el cielo que me escupían alguna gota de lluvia, como si quisieran que me fuera de allí. Miré hacia la línea del horizonte y recordé que cuando era niño me preguntaba qué habría más allá de aquella línea. También recordé el primer día que me atreví a nadar sin flotador. Y también recordé otras playas, otras vidas.
Allí había una bella serenidad. Sólo se oían las olas y una fría brisa que me acariciaba la cara, mientras mis pies me agradecían que los tuviera sumergidos en aquel frescor arenoso. A veces la gran sociedad en la que vivimos nos hace olvidar cómo disfrutar de las cosas pequeñas. Y pensé en una gran persona que me enseñó a saborear los pequeños detalles que nos ofrece la vida.
El sol se había puesto y las luces de las farolas estaban encendidas. Me calcé mis zapatillas de correr y emprendí el camino de regreso a casa. Crucé la Ronda del Litoral llena de coches que avanzaban muy despacio. Atravesé el Parque de Diagonal Mar, muy solitario a aquellas horas, donde los patos y los cisnes navegaban por el estanque como si fueran reyes. Luego entré en una gran superfície comercial para integrarme en el ir y venir de la sociedad. Había tiendas semivacías y bares semillenos. Antes de salir de allí ví a una señora tetrapléjica y me sentí mal y bien al mismo tiempo. Triste porque aquella señora no podía sentir el frescor de la arena en los pies. Y afortunado porque todas mis ramificaciones nerviosas eran capaces de sentir los placeres de la vida. Y es que como decía Marisol en su canción, ¡La vida es una tómbola, de luz y de color, ooo!

25. PERSECUCION
Estoy desayunando mientras oigo música que acabo de descubrir en internet. Me encanta descubrir música en internet y desayunar con ella. Hoy estoy desayunando con Roger Julià. Su música me hace pensar en algunos momentos de mis películas favoritas. Me acabo el café y salgo a la calle para comprar un regalo al hijo pequeño de una amiga mía. No tengo una idea concreta y me da pereza pensar en qué regalo podría comprarle a un niño de ocho años. También me asusta en convertirme en una ciudadana comodona y sin ideas que acaba regalando lo de siempre: Música, libros o películas. Al final me decido por un videojuego –una idea nada original- y por un cómic de “L&M” que está de moda –otra idea nada original.
Mientras camino me fijo, casi por casualidad, que una mujer en chándal rojo me sigue. Me he dado cuenta porque me he detenido un momento en un quiosco a mirar una portada de una revista del corazón y de refilón he visto como la chica del chándal rojo se ha frenado delante de un bar, pero no entra. Camino de nuevo y me giro un instante para mirar de reojo hacia atrás. La chica del chándal rojo no está. Me detengo y pienso que se trata de imaginaciones mías. Reanudo la marcha y me fijo, casi por casualidad, que la mujer del chándal rojo veo que camina en paralelo a mí por la otra acera. Es rubia y lleva gafas de sol. El corazón comienza a latirme a mil por hora y sin darme cuenta estoy corriendo como una desesperada por la calle. Esquivo a un ejército de peatones y me salto unos cuantos semáforos. Casi me atropella un camión. Siento haberle hecho frenar. Al doblar una esquina intento encontrar la imagen de mi perseguidora en el reflejo del cristal de una tienda de ropas y la encuentro. Mi perseguidora me sigue aunque simula que está haciendo footing. El café me late a dos mil por hora. Acelero. Me falta el aliento y respiro con algo de dificultad. No estoy en forma. Tengo que sacar tiempo de dónde sea para correr una hora cada día. Será mi primer propósito para la lista del próximo Año Nuevo. Veo un café-internet y me meto en él sin pensarlo dos veces. Me detengo a recuperar la respiración mientras me giro para ver pasar a mi perseguidora. Mi corazón se vuelve a acelerar cuando la veo pasar. Lo hace como si fuera a cámara lenta. Tengo el presentimiento que esperará a que salga. Me pido un café, me conecto a internet y miro mi correo. Mi Barcinonauta me ha enviado una crónica. Espero que su lectura consiga bajar las pulsaciones de mi corazón acelerado.

26. CRONICA 13
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Colón y el txacolí
El otro día estuve en la Rambla de Santa Mónica, frente al monumento de Colón, paseando entre las 16 paradas de gastronomía y artesanía que había instalado allí el Patronato de Turismo de Euskadi. Las jornadas de promoción turística duraron todo un fin de semana y la climatología de Barcelona se mostró muy tímida con ellas. No obstante, la gente se animó a salir a la calle para conocer un poco más de esas bellas tierras del norte de la península, que en ocasiones se ven ensuciadas por el terrorismo.
En realidad estuve paseando en tres ocasiones por delante de esas 16 paradas. Así que para recordar esos tres momentos del pasado haré tres flash-backs –es curioso cómo nos vamos acostumbrando al inglés. ¿Será el spanglish el idioma del futuro?
Flash-back número uno. Viernes, 19:50 horas. Acababa de llover. Los vendedores de las 16 paradas estaban recogiendo, aún así me dio tiempo a ver qué es lo que exponían. Cogí algunos catálogos. El suelo estaba lleno de astillas de madera. Me había perdido la actuación de los aizkolaris (cortadores de troncos). Mientras me alejaba de allí sonaba por los altavoces del stand principal una bonita música de acordeón, una música muy vitalista que me hizo sonreír.
Flash-back número dos. Domingo, 11:50 horas. Después de un sábado muy lluvioso el sol salió y la gente se lanzó a pasear por las calles. Las 16 paradas estaban llenas de gente que observaba, preguntaba a los vendedores y probaba los ricos quesos, chorizos, guindillas, nueces con miel y txacolís. Los catálogos y pósters de diferentes partes de Euskadi se agotaban. Era un gran día para conocer grandes tierras verdes y grandes personas.
Flash-back número tres. Domingo, 17:50 horas. El viento era frío. Último día. Gente de todas las razas hacían un corro mientran observaban con emoción unas danzas tradicionales que fueron muy aplaudidas, especialmente la de un dantxari (bailarín) sobre una kutxa (baúl) sostenida por varios dantxaris. Después de casi hora y media de espectáculo decidí irme a coger el metro. Eché de menos volver a oír la música de acordeón del otro día. Miré a Colón y pensé que ese domingo debería de moverse un poco e indicar con el dedo hacia Euskadi y animarse a levantar alguna piedra como los arijasotzailes y probar un poco de txacolí y tal vez debería de bajar y mezclarse con la gente y aprender un poco de euskera. Agur eta eskerrik asko (adiós y muchas gracias).

27. NERVIOS
Mi corazón sigue latiendo muy rápido. Todavía no estoy preparada para salir a la calle. ¿Estará ahí fuera esperándome? ¿Irá armada? ¿Y si llamo a la policía? ¿Y qué les digo? ¿Qué me he puesto a correr como una niña asustada porque creía que una mujer en chándal roja me seguía? ¿Y si es verdad? ¿Y si me está siguiendo? ¿Por qué? ¿Me querrá interrogar... matar? ¿Todo esto tiene que ver con mi misterioso informante? ¿Quién es ese Mil novecientos treinta y seis? Me cronometro las pulsaciones y todavía tengo la sensación de ser un tren a punto de descarrilar. ¿Y si dejo de tomar café? ¡Naaah...! Vuelvo a actualizar y mi correo y veo una nueva crónica del Barcinonauta. ¡Bendito seas! Me acabó lo que me queda del café de un trago y leo la crónica con la esperanza de que esta vez sí tenga un efecto calmante sobre mi organismo.

28. CRONICA 14
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Corriendo bajo arpas y tiestos
El otro día fuí a correr por el parque de Diagonal Mar para oxigenarme un poco. Era la mañana de un día laborable y había poca gente, tan solo algunos abuelos paseando con sus nietos y algunas parejas de amantes furtivos. Frente a mí se extendía un enorme estanque, hogar adoptivo de patos, cisnes y peces. El parque de Diagonal Mar es muy “de diseño” –como Barcelona- y una muestra de ello es que pasé por debajo de una “montaña rusa”, de un “arpa gigante” y de un “tiesto gigante”, bajo el cual no siempre me atrevo a pasar. Subí por una rampa, crucé una calle a la que estaban operando a corazón abierto unos obreros con sus escavadoras, mientras le introducían unas tuberías. Al otro lado de la calle continuaba el parque.
Llegué a “la zona infantil”, donde hay hay columpios “de diseño” y unos divertidos artilugios, construídos con maderas y placas metálicas, con los que se crea música al pisarlos. Allí los niños se lo pasan “bomba” y algunos padres se mueren de envidia porque quedrían hacer lo mismo que sus hijos pero no se atreven. Aquel día estaba casi desierto. Algún anciano leyendo el diario y los jardineros que se esfuerzan por mantener el verdor del césped. Salí del parque para volver a entrar por otro lado.
Volví a pasar bajo otro arpa y otro tiesto gigantes y pensé que sería muy surrealista que las arpas tocasen mientras la gente pasea y ve caer la tierra de los tiestos volantes. Dejé atrás un miniestanque y una colina verde que en ocasiones conquistan los enamorados para practicar sus ejercicios amatorios. Salí de aquella zona del parque, crucé la calle y regresé a la zona del “gran estanque”. Corrí por un curvilíneo puente de madera, pasé al lado de unos toboganes “de diseño” vacíos y de unas pistas de baloncesto también vacías y rodeé el “estanque de la serenidad” y salí del parque. Mientras me alejaba de allí, cruzando por las vías del polémico tranvía, pensé que la vida siempre está en obras y siempre se está renovando. Las calles del parque, las vías del Trambaix y el Forum están en obras porque dentro de poco se llenarán de gente y de vida. El parque estaba vacío pero con la llegada del fin de semana y el avance de la primavera también se llenaría del jolgorio de los niños, que substituiría a los motores de las escavadoras y a los martillazos de los obreros. La vida siempre empieza pero para disfrutar de lo nuevo antes hay que hacer obras. Y cuando llegué a casa me encontré con mi ascensor... que ahora está en obras pero pronto volverá a ser nuevo.

29. DESCANSO.
Por fin reúno el valor suficiente para salir del café-internet. Me aseguro bien de que la mujer del chándal-rojo no me está vigilando. Camino por la calle y no paro de mirar a mi alrededor. Mi corazón se va calmando poco a poco. Al pasar por un semáforo me cruzo con una chica morena, que esconde su melena bajo una capucha verde y sus ojos detrás de unas gafas negras. Mi corazón se sobresalta. Miro de reojo y la chica sigue caminando y desaparece al doblar una esquina. Un coche me toca el claxon dos veces. Me he quedado quieta en medio de la calle sin darme cuenta. Reacciono y sigo caminando. Me voy a ver a mi amiga para regalarle a su hijo el videojuego y el cómic que le he comprado y rezando para que ella no note mi nerviosismo, todavía galopante.

Regreso a casa. Son casi las siete de la tarde. Busco una emisora de música clásica y la encuentro. Me voy a la cama y me tumbo encima de ella. Estiro los dedos de los pies y las manos y cierro los ojos mientras la música entra en mis oídos.

Me he relajado tanto que me he quedado dormida. Mis nervios necesitaban descansar. Son las tres de la mañana. Tengo hambre. Me preparo un frankfurt y me abro una bolsa de patatas fritas para mí sola. Apago la radio y voy a encender la tele pero cambio de idea en el último momento y no lo hago. Ceno casi a oscuras. Tan sólo tengo la luz nocturna que entra a través de la cortina. Me preparo un café bien cargado y consulto mi correo. No puedo evitar pensar que estoy alterando mis biorritmos, especialmente mis horarios de sueño. Veo que tengo dos nuevas crónicas del “Barcinonauta” -¿de dónde saca el tiempo para escribir tanta crónica?- y que son primera y segunda parte, como algunas películas. Es la primera vez que me envía una secuela de una crónica suya. La curiosidad me invade y comienzo a leerlas.

30. CRONICA 15
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Camiando entre palomas
El otro día fuí a dar una vuelta a la plaza de Cataluña, en el sentido literal de la palabra. Entré en la plaza y comencé a caminar en círculo. Pasé al lado de las dos fuentes que en días de viento se ríen mientras salpican a la gente. En el césped había mucha gente sentada y tumbada. La mayoría de los sentados eran inmigrantes y grupos de turistas descansando de sus duras jornadas diarias. La mayoría de los tumbados eran amantes. Seguí caminando y me encontré a dos africanos jugando en el suelo con cáscaras de pipas a una especie de tres en raya. Y es que a falta de medios la imaginación crece y viceversa. Quizás por eso es que algunas superproducciones de Hollywood tienen tan malos guiones. Pasé al lado de la escultura a Francesc Macià y ví a un padre correr para evitar que su intrépido hijito se diese un baño en el estanque. Allí también estaban unos peruanos extendiendo su música por toda la plaza gracias a unos altavoces. Una banda sonorosa a la que la gente se ha acostumbrado a oír día tras día.
Después de concluir la vuelta me dirigí al centro geométrico de la plaza. Allí encontré a un joven que estaba esperando a su novia. La encontró. Me quedé un rato esperando pero no apareció ninguna chica, claro que yo no había quedado con ninguna. Para llegar a ese centro del universo tuve que esquivar a los turistas que van consultando los mapas de la ciudad, a turistas jugando a fútbol, a turistas posando, a turistas fotografiando, a turistas grabando (algo que ha dejado de ser exclusiva de los japoneses), a un niño empujando su propio cochecito, a la inmensa columna de gente que desfila atravesando la plaza desde El Corte Inglés hasta el FNAC y tiro porque me toca. También esquivé a algunas palomas, las reinas de la plaza. Nunca dejaré de asombrarme de poder caminar al lado de ellas mientras vuelan o de agacharme temeroso cuando algunas me pasan rozando en vuelo rasante. También ví a un niño que las daba de comer en su mano y recordé cuando mis padres me traían aquí de pequeño también a darlas de comer en mi mano. Muchos niños de Barcelona hicieron lo mismo durante años y parece ser que la tradición continuará, cosa que me alegró.
La plaza de Cataluña es algo así como el centro neurálgico de la ciudad y también es su cerebro... o su corazón (yo prefiero lo segundo). Por allí pasa todo el mundo, de aquí y de fuera. Desde un padre con su ilusionada hija, deficiente mental, hasta los amantes que discuten... o los que se hacen fotos (yo prefiero los segundos).

31. CRONICA 16
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Camiando entre palomas-2.
El otro día fui a dar una vuelta a la plaza de Cataluña, en el sentido literal de la palabra. Caminé en círculo, pasé por el centro de la plaza y di otra vuelta. Creo que cuando algo nos gusta repetimos. Supongo que por eso nos gusta ver secuelas en el cine... o amar a una única persona. Y es que nos movemos por la vida igual que por la plaza de Cataluña... dando vueltas.
La segunda vuelta a la plaza la hice bajo los árboles, que ese día no daban sombra porque las nubes acaparaban todo el protagonismo. Alrededor de la plaza hay numerosos bancos en los que pude ver a unos africanos tocando la guitarra, a turistas decidiendo qué iban a hacer el resto de la tarde, a solitarios, a una pareja silenciosa en cuyos rostros se reflejaba que estaban rompiendo su relación, a un hombre con muletas y una radio viendo pasar la vida y a un conductor de autobús haciendo tiempo. También vi a muchos inmigrantes, concretamente, africanos y asiáticos. Algunos de ellos me dieron la impresión de que acabarían siendo futuros delincuentes y otros que prosperarían en este mundo occidental que a veces parece moverse con pies de barro.
Miré hacia el reloj giratorio del edificio del BBVA que marcaba las 17:44 y hacia el termómetro rojo de la Avenida del Portal de l’Angel que indicaba 16 grados. Buena hora y buena temperatura para dar otra vuelta pero esta vez por el perímetro exterior de la plaza, que está rodeada por autobuses públicos, autobuses turísticos de dos pisos, autocares aparcados esperando a que vuelvan sus turistas, y también por bancos y centros comerciales. En mi caminar me crucé con patinadores y monopatinadores, con gente hablando por el móvil, con gente paseando a sus hijos en sus cochecitos, con chicas guapas, con turistas posando, con una señora cargada de regalos, con una pareja que discutía abiertamente, con turistas posando, con palomas que no se inmutan ante el ajetreo humano, con motos aparcadas, con turistas posando y con gente que bajaba al mundo subterráneo de la plaza. Algunos iban al metro, otros al tren, otros al puesto de información y algunos a la comisaría de la plaza. De allí salían los coches policiales a “apatrullar” la ciudad -como Torrente pero, afortunadamente, sin su estilo-.
Cuando salí de la plaza el reloj giratorio marcaba las 17:58 y el termómetro 16 grados. Miré hacía atrás y vi a un chico que posaba para su chica, cámara en mano. Y es que nos encanta posar porque todos somos turistas en la vida y porque nos gusta repetir.

32. EL SUEÑO DEL ANGEL
No consigo olvidarme de las mujeres del chándal rojo y de la capucha verde. ¿Me estaban siguiendo? ¿Ya estoy implicada en ese extraño secreto? ¿Quiero seguir adelante? ¡Sí! No he llegado hasta aquí asustándome de misteriosas perseguidoras. Ya he estado en peligro otras veces y siempre he salido airosa, aunque en los últimos meses tenía la sensación que un ángel de la guarda velaba por mí. ¿Sería John? Creo que esconde algo oscuro pero también creo que hay luz en su corazón, aunque a veces las tinieblas intentan apagarla. Dejo de “comerme el coco” y me voy a dormir. Los agobios mentales me agobian. Dejo que el sueño me conquiste.

Una habitación azul. Todo brilla. Salgo al pasillo pero... parece un pasillo del Titanic. Vuelvo a mirar mi habitación. Siento que he de salir fuera. Avanzo por el pasillo. Subo unas escaleras que se hacen interminables. Al final aparece una puerta, justo cuando comenzaba a quedarme sin fuerzas. Abro la puerta y salgo al terrado de un edificio. Allí hay un hombre al que le rodea una luz brillante. Me acerco a él. Se gira hacia mí. Es Antonio, un amigo mío que murió de un cáncer al pulmón a pesar de no haber fumado un solo cigarro en toda su vida, ni siquiera en bodas ni bautizos. Me sonríe. Se acerca a mí y me susurra algo al oído.

“Tu vida puede acabar antes de lo previsto”.

De repente me fijo que Peter tiene una taza de café en su mano y se dispone a beberlo pero se detiene en el último instante. Me mira, me sonríe, niega con la cabeza y lanza el café al suelo. Parpadeo rápido. Ahora Peter tiene un calendario antiguo de mil novecientos treinta y seis. Me vuelve a mirar, a sonreír, a negar con la cabeza y lanza el calendario al suelo. Me da un beso en la mejilla y se lanza al vacío. Corro hacia el borde del terrado y miro hacia abajo. Peter vuela entre los edificios, se eleva hasta el cielo y desaparece detrás de una estrella.

Me despierto con la sensación de haber tenido un sueño importante pero no recuerdo nada. Desayuno delante de un café solo, sin azúcar, y una nueva crónica del Barcinonauta.

33. CRONICA 17
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Póngame un Dalí con langostas y una Coca-cola
El otro día estuve en la exposición “Dalí, cultura de masas” del edificio CaixaForum, organizada para conmemorar el centenario del artista. Para acceder al edificio hay que bajar por unas largas escaleras mecánicas. Una vez abajo ví a un grupo de turistas francesas guiadas por dos jóvenes que iban disfrazadas de cocineras, con un gorro blanco que llevaba una cruz roja. Aquella imagen no pertenecía a la exposición pero me parecío un tanto surrealista.
La exposición está dividida en ocho áreas temáticas, diferenciadas por un color diferente. Nada más entrar me sorprendió ver a la gente caminando ordenadamente, casi en fila india. Unos pocos, los más impacientes, adelantaban a la tranquila mayoría. Algunas personas miraban los cuadros muy de cerca, como si fuesen a descubrir algo que los expertos hubieran pasado por alto. Otras los observaban desde la lejanía, quizás con indiferencia. Algunas hacían comentarios interesantes. Otras se querían hacer las interesantes. También había niños que se aburrían y que habían sido arrastrados hasta allí por sus padres. Pero también había otros niños que se maravillaban al descubrir aquel arte surrealista. Supongo que el gusto por el arte es una cuestión de educación. Alguien nos tiene que enseñar y nosotros tenemos que estar predispuestos a aprender. Y es que el arte es como la vida. Hay que aprender a saborearlo y disfrutarlo.
Viendo algunos cuadros me imaginé la mente de Dalí como si fuera un misterioso y sugerente laberinto. Quizás nuestras mentes también sean así. Me llamaron la atención el óleo “Poesía de América” -donde aparece una botella de Coca-cola-, Un teléfono antiguo cuyo auricular es una langosta, todos los dibujos que Dalí realizó para Walt Disney, los Hermanos Marx y Alfred Hitchcock -quizás almas gemelas del pintor de Cadaqués-, un spot en el que Dalí anunciaba una aspirina para el estómago o una fotografía de Dalí junto a una calavera formada por modelos desnudas.
Salí de la exposición convencido de que Dalí se acababa de convertir en uno de mis artistas favoritos, de que detrás de aquel hombre se encontraba una gran mujer y de que aquella hora y media había valido la pena. A veces pienso que la vida es surrealista como el arte de Dalí. Algunos toman Coca-cola mientras comen una langosta, hablan por teléfeno mientras ven una película de Disney, les duele el estómago mientras ven anuncios y se asustan al ver una calavera pero se maravillan al ver a una mujer desnuda.

34. MULTISALAS
Voy por la calle camino de la redacción. El suelo todavía está mojado. Hace cinco minutos que ha dejado de llover. Tengo ganar de caminar y de saborear el olor post-lluvia de los adoquines por donde piso. Esquivo algunos charcos pequeños. Comienzo a darle vueltas a la idea de escribir una novela o un gran reportaje sobre este misterioso caso relacionado con el número o la fecha –todavía no lo sé- de mil novecientos treinta y seis. También es el nombre en clave de mi confidente. Mis pensamientos son interrumpidos por un sonido que me indica que he recibido un ese, eme, ese en mi móvil. Es de mi confidente misterioso. Leo el mensaje:
“Te espero mañana a las seis de la tarde, delante del primer quiosco de Las Ramblas”.
Por fin ha dado señales de vida. Le envío una respuesta:
“OK”
Sigo caminando hasta llegar a la redacción.

Salgo de la redacción y paso por delante de un multisalas. Decido hacer algo que nunca haría. Entrar en el cine sin tener en mente ninguna película concreta y elegir la primera que me haga gracia. Compro la entrada y entro al cine. Espero desconectar de la realidad durante una hora y media. Ahora que lo pienso no sé cuánto dura la película que voy a ver. ¿Y si dura tres horas? Manolo, el de la sección de cine, me comentó la semana pasada que está harto de los directores que hacen películas de tres horas que serían mejores si durasen la mitad de tiempo. Le dije que en gustos no hay nada escrito. Se echó a reír y me invitó a un café. Dejo de preocuparme por la duración de la película y entro en el cine y vuelvo a hacer algo que nunca hago. Compro palomitas. Me las como todas mientras pasan los trailers y me concentro en la película. Hasta luego.

Dos horas y media después. Comienzo a estar de acuerdo con Manolo. A esta película le sobraba algo más de media hora. Me voy a casa a ver la tele, a leer un libro, a escuchar música en el sofá o a dormir un rato. Le decidiré por el camino. Al final hago lo de casi siempre. Me preparo un café bien cargado, me pongo música y consulto mi correo electrónico. Estoy casi segura de que me espera una nueva crónica del Barcinonauta y acierto. Voy a leerla.

35. CRONICA 18
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: El día que conocí a Perséfone
El otro día estuve en la fiesta de la primavera que se celebraba en el Parque de la Ciutadella. Llegué poco antes de las once y las pequeñas plataformas donde iban a tocar algunos grupos musicales todavía estaban vacías. Una ráfaga de aire fresco me convenció para que me abrochara el abrigo. Lo confieso, soy un poco friolero. Los deportistas matutinos estaban diseminados por todo el parque. De repente uno se quedó casi paralizado. Pidió ayuda y varios deportistas samaritanos acudieron rápidamente. Me sorprendí al ver que todavía quedan personas que no se lo piensan dos veces a la hora de ayudar a otras. Y es que a veces, cuando viajo en metro, tengo la sensación de que la gente se ha vuelto muy egoísta y prefiere dar la espalda a los problemas.
Proseguí mi paseo y comencé a ver mucha gente con claveles en la mano. Pronto descubrí que el ayuntamiento tenía varios puestos repartidos por todo el parque donde regalaba claveles, para plantar, a todo el que quisiera. Al llegar al gran estanque donde un padre y un hijo se divertían remando, ví a otro padre esquivar el vuelo rasante de unas palomas y también ví a otras palomas huyendo a pata de las ocas del parque. Más allá una madre se estiraba en la hierba para leer al lado de su hija. Y un poco más lejos una chica hacía footing junto a su perro y me pregunté si al perro le gustaría practicar ese deporte. Seguí caminando y un perro, que no llevaba abrigo, estornudó al pasar a mi lado. Segundos después ví a una señora ciega caminando junto a su marido y me sentí triste al imaginarme cómo debía de ser el paseo oscuro de esa mujer. Entonces dí gracias por la presencia de unos guitarristas que ensayaban para tocar más tarde. La música siempre alegra los corazones, tanto de los que ven la vida en color como de los que la ven negra.
Me disponía a salir del parque cuando me encontré a muchos niños mirándose frente a unos espejos cóncavos y convexos que había en el camino. No pude resistirme a mirar mi reflejo deformado y me reí al verme, porque reírse de uno mismo siempre es sano. Quizás deberíamos de practicarlo más a menudo. Y volví a encontrarme con un puesto donde regalaban claveles. Esta vez me decidí a coger una de aquellas flores amarillas, a la que puse de nombre Perséfone, la personificación del mito de la primavera en la mitología griega. Y así fue cómo regresé a casa con una invitada sorpresa. ¡Y es que la vida da sorpresas!

36. EL MENSAJERO
Son las seis de la tarde y estoy delante del primer quiosco de Las Ramblas. Hay mucha gente a mi alrededor. Los observo a todos y llego a la conclusión que ninguno me vigila aunque es difícil controlar a todos. De pronto llega caminando un mensajero con camisa y gorra rojas y se detiene a mi lado.
MENSAJERO: Buenas tardes. ¿Usted se llama Susan?
Asiento levemente con la cabeza.
MENSAJERO: ¿Trabaja como periodista?
SUSAN: Sí... ¿Por qué lo pregunta?
MENSAJERO: Tengo un paquete para usted pero sólo puedo entregárselo si me dice cuatro números.
SUSAN: (Pienso un instante antes de contestar) ... Uno... nueve... tres... seis.
MENSAJERO: Exacto. Firme aquí por favor.
Firmo en el resguardo dónde me indica el mensajero y me entrega un pequeño paquete.
MENSAJERO: Gracias. Que tenga un buen día.
El mensajero se va caminando y me quedo con el paquete que me ha entregado. Vuelvo a mirar a mi alrededor antes de abrirlo. Es un móvil. Suena en ese instante. Lo cojo.
SUSAN: ¿Sí...?
1936: Hola Susan. Te has acordado de mi nombre.
SUSAN: Es imposible olvidarlo. ¿Por qué no das la cara? Me gustaría conocerte mejor.
1936: Soy tímido.
SUSAN: Yo también.
1936: No me lo creo.
SUSAN: Yo tampoco. Me imagino que el móvil es porque tienes miedo de que me estén vigilando.
1936: Te estás volviendo una paranoica. Te voy a enviar un ese, eme, ese... ¡CLICK!
¡Ha colgado! Segundos más tarde llega su mensaje. Lo leo:
“A tu izquierda hay un dibujante que está haciendo una caricatura a una niña. También te está escuchando. Reúnete conmigo en el café-internet de la calle Bergara. Te estaré esperando”.
Miro a mi izquierda y veo a un dibujante. ¿Cómo puede oírme? Miro a mi alrededor y... ¿Desde dónde me está observando mi confidente?. Hago caso de sus instrucciones y me dirijo al café-internet. Hay seis personas. ¿Cuál de ellas será mi confidente? Me pido un ordenador y mientras espero consulto mi correo. Mi confidente no llega. Tengo varias crónicas del Barcinonauta. Leeré una de ellas mientras mi confidente decide ponerse en contacto conmigo.

37. CRONICA 19
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Un enmascarado entre los tranvías de la Diagonal
El otro día bajé por la avenida Diagonal, desde casi la plaza de Les Glòries Catalanes hasta el Parque de Diagonal Mar. La recorrí por el medio, es decir, por la zona peatonal que discurre entre los carriles-bici, los raíles del nuevo tranvía y los carriles de los coches. Era una mañana muy soleada y me enmascaré con mis gafas de sol. Miré al cielo y ví a dos aviones de pasajeros hacer una carrera y ví a otro que se cruzó con ellos y formó una efímera letra pornográfica en el cielo. La censura del viento pronto la borraría. Miré al suelo y me fijé que todo era nuevo. La calle recién asfaltada, los asientos recién puestos, las líneas de los carriles recién pintadas y las señalizaciones del tranvía recién reforzadas. Y es que el tranvía trae una nueva realidad a conductores y peatones, a quienes pide un poco de paciencia y prudencia.
Sigo caminando y veo que hay poca gente conmigo. Algunos ancianos que llevan el carrito de la compra o el cochecito con el bebé. Un ciclista me adelanta por tierra y una gaviota lo hace por el aire. A mi derecha una pareja de ancianos espera al autobús. Más allá veo las paradas del tranvía que están vacías y un poco más allá veo venir al tranvía, que sigue en periodo de pruebas. Todavía es tímido y no se atreve a transportar gente. Al cruzarse conmigo oigo el ruido que hace al pasar y en un fogonazo de imaginación me vienen a la mente las imágenes de un tren de cercanías y un avión supersónico.
El aire es fresco pero el sol es reconfortante. Una curiosa serenidad urbana y primaveral se deja sentir a lo largo de la Diagonal. Todos los sonidos se oyen amortiguados. Sigo caminando y veo a un grupo de jubilados conversar en círculo y otro fogonazo de imaginación me hace ver los monolitos que forman el santuario megalítico de Stonehenge y a los caballeros de la Mesa Redonda. Más adelante me fijo en una mujer que va enmascarada como yo. Adelanto a un trabajador de correos con su carrito amarillo, también me cruzo con un hombre que pasea a su perrito y a su padre en una silla de ruedas. Al fondo veo una montaña de edificios y hoteles. Estoy llegando al final de mi viaje. Es la recta final. Voy solo y en un nuevo fogonazo de imaginación me veo conduciendo un fórmula-1 a todo gas. Entonces freno, miro arriba y veo a un avión que me dice adiós, miro atrás y veo a la torre Agbar que me dice hasta mañana, miro a mi izquierda y veo al tranvía y a mi imaginación que se va a dar una vuelta con él.

38. EL RETORNO DEL MENSAJERO
Miro a mi alrededor y las seis personas que están en el café-internet conmigo no parece que tengan intención de ponerse en contacto conmigo. Me giro hacia la entrada y veo aparecer al mensajero que me entregó el paquete con el móvil. Veo que el mensajero habla con el responsable del local y señala hacia mí. El responsable del local asiente y el mensaje avanza hacia mí.
MENSAJERO: Buenas tardes. Traigo otro paquete para usted.
SUSAN: ¿No me preguntas por mi nombre y trabajo?
MENSAJERO: (Sonríe) No será necesario.
SUSAN: ¿Tengo que decir algunos números?
MENSAJERO: Tampoco será necesario. Tan sólo firme aquí.
Lo hago. Firmo en el resguardo y él me entrega el paquete.
MENSAJERO: Gracias. Que tenga un buen día.
SUSAN: ¡Un momento!... ¿Quién te ha entregado este paquete?
MENSAJERO: Lo siento. No puedo decírselo. Política de la empresa.
SUSAN: Pero... ¿Le has visto la cara?
MENSAJERO: Sí.
SUSAN: ¿... Y?... (Le sonrío) Por favor...
El mensajero niega con la cabeza pero al final sonríe. Mi sonrisa ha funcionado.
MENSAJERO: Está bien. Fue otro mensajero quién me ha entregado estos paquetes para usted.
SUSAN: Entiendo.
MENSAJERO: ¿Quieres que quedemos un día de estos?
SUSAN: Sólo si me traes otro paquete de estos.
MENSAJERO: Entiendo. Que tenga un buen día.
El mensajero se va. Tres internautas miran de reojo cómo se aleja el mensajero. Abro el paquete. Dentro hay un mini-CD. Oigo la señal de mi móvil de que he recibido un mensaje. Es de Mil novecientos treinta y seis.
“No intentes ver este regalo aquí. Hazlo en tu casa. Permanece a la espera”.
Lo hago. Los internautas de mi alrededor siguen a lo suyo. Ahora estoy convencida de que mi confidente no es ninguno de ellos. Vuelvo a mirar mi correo y me dispongo a leer otra de las crónicas del Barcinonauta mientras permanezco a la espera.

39. CRONICA 20
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: El día en que las rosas leen a sus amantes
El otro día estuve paseando por el centro de Barcelona para respirar el ambiente contagioso de la fiesta de Sant Jordi. Es un día multicolor en el que el amor y el arte pasean de la mano como dos enamorados. Es un día para comprar y regalar rosas y libros. Es un día para pasear, una excusa para amar.
Pasé al lado de la catedral y una chica tocaba en una especie de extraño xilofón el tema principal de la película “Love story”, una música ideal para ese día. La calle estaba llena de turistas y también de barceloneses. Por todos los lados había puestos, sitiados por la gente, donde vendían rosas y libros. Rosas de todos los tamaños, colores y precios.¡A 29 euros!. –Yo no doy ese dinero por una rosa- decía alguien. Unas chicas pedían en broma a sus amigos que les regalasen una. Otras paseaban orgullosas con sus rosas. Y es que cualquier excusa es buena para celebrar el amor. Algunas de esas rosas renovarían el amor, otras lo reforzarían y algunas hasta conseguirían una segunda oportunidad. A veces una rosa puede cambiar una vida, incluso alegrarla.
Llegué a Las Ramblas y estaba aborratada de gente y de turistas adoptando la tradición de regalar una rosa o un libro. Había banderas catalanas y globos rojos y amarillos. Y un mimo vestido de Don Quijote. Tras una dificultosa travesía por fin alcancé la Plaza Cataluña, donde las televisiones y las radios emitían sus programas en directo. Había que retransmitir al mundo aquel jolgorio. Algunos escritores famosos firmaban sus libros en varios stands. La multitud tan sólo me dejó ver a Quim Monzó. Un japonés fotografió como souvenir a un vendedor pakistaní de rosas. Dos señoras mayores cayeron al suelo y aparecieron varios samaritanos para ayudarlas. También ví casi un accidente de coche-moto, casi una pelea. La gente comentaba que la culpa era del coche. Desde allí subí hasta la Plaza Universitat donde había un parque inflable para los niños y una larga cola de gente delante del stand del popular showman de TV3, Andreu Buenafuente. En las paredes de su stand se podían escribir mensajes y no me pude resistir a dibujar una tímida sonrisa. Y es que Sant Jordi es un día para sonreír.
El cielo se estaba anublando cuando pasé al lado del monumento al libro, que está al lado del cine Comedia, y me crucé con el político Artur Mas, que iba mezclado entre la multitud. Me alejé del centro y una vendedora gitana de rosas me piropeó, pero no me ilusioné mucho porque yo sabía que aquello no era amor verdadero.

40. BREVE ESPERA.
Acabo de leer la crónica y miro de nuevo a mi alrededor. Nadie entra en el café-internet. Miro el visor del móvil que me ha entregado el mensajero y no hay nada. Miro el visor de mi móvil y tampoco hay nada. Me voy un momento al bar y me pido un café solo, sin azúcar, como a mí me gusta. Regreso a mi ordenador con el café humeante. Le doy un sorbo. Está más bueno que el café de la máquina de la redacción. Comienzo a hacer una lista mental de los mejores cafés que he tomado en mi vida y los asocio a los lugares donde los he tomado: Roma, Londres, París, Lisboa, la máquina de café –por extraño que parezca- de un diario de Madrid donde trabajé hace cuatro años, una terraza en San Sebastián, el café del supermercado donde compro cada semana y este café-internet –por extraño que parezca. Vuelvo a consultar las pantallas de los dos móviles y no hay nada. ¿Mi confidente se habrá olvidado de mí? No lo creo. Decido leer otra de las crónicas que me ha enviado el Barcinonauta. Curiosa relación la nuestra. Él me envía sus crónicas sin recibir nada a cambio. Soy una desagradecida. Como mínimo tengo que enviarle un e-mail dándole las gracias por los momentos que paso con sus lecturas. Luego lo haré, cuando acabe de leer esta crónica.

41. CRONICA 21
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Paseando contra corriente
El otro día estuve desayunando en un bar mientras leía el diario y veía desfilar a las nubes por encima de las torres de la catedral. Era mi rincón de la tranquilidad. Me encaminé a Vía Laietana y me encontré con la XXVI Cursa del Corte Inglés. Más de 60.000 barcelones habían tomado las calles y corrían en dirección contraria a mí. No me eché atrás y seguí adelante.
La verdad es que impresionaba ver a tanta gente corriendo a la vez. Ante la mirada de los guardias urbanas con sus chalecos fluorescentes –que tal vez algún día se popularicen en las discotecas-, de los turistas y de los barcelones menos deportistas, corrían por las calles de la ciudad gente de todo tipo. padres empujando el cochecito en el que iban sus hijos bebés, familias enteras, grupos de amigos, solitarios, solitarias, niños, gente que se salía del recorrido para ahorrarse una curva, patinadores con sus injustas ruedecitas, gente retransmitiendo la carrera en directo a través del móvil, una señora con una muleta, una giganta, jóvenes que caminaban con la lengua fuera, abuelos que corrían más frescos que una rosa. Todos ellos corrían en dirección contraria a mí...o quizás debería de decir que era yo el que iba contra corriente.
Caminé por el Passeig de Colom y llegué hasta el parque del Port Olímpic. Durante todo ese trayecto miles de personas seguían viniendo hacia mí. Y todas llevaban un número. En aquella carrera, en la que sólo unos pocos corrían por ganar, todos eran números. Pero eran números alegres, números que corrían para pasar una buena mañana, para divertirse, para oxigener un poco las arterias. Y es que en la vida todos somos números pero tenemos un margen para decidir qué tipo de números queremos ser.
Ví el mar y una fuerza invisible, casi hipnótica, me arrastró a su encuentro. Dejé atrás a los atletas ocasionales y ociosos y me fuí a pasear al lado del Mediterráneo. Me quité la chaqueta y me quedé con la camiseta y las gafas de sol. Había mucha gente paseando y la mayoría seguía viniendo en dirección contraria. Miré a la playa y parecía un día de verano. Incluso había algunos nadadores atrevidos que desafiaban al agua fría. Al pasar al lado de la pequeña playa nudista ninguno pudimos evitar lanzar una mirada furtiva. Y al llegar a la Feria de Abril decidí que iría a casa, me pondría el pantalón de deporte y que durante veinte minutos sería un número que correría contra corriente.



42. SECRETOS.
Suena el móvil de Mil novecientos treinta y seis justo cuando acabo de leer la crónica.
SUSAN: ¿Te acuerdas de que estoy aquí?
1936: Todavía tengo bien la memoria.
SUSAN: Lo suponía. ¿Me puedes explicar cómo aquel dibujante podía estar escuchándome? Si estaba a diez metros de mí y sólo se oía el murmullo de la gente y el tráfico de los coches.
1936: Ese dibujante tenía un oído cibernético y puede ajustarlo a cualquier frecuencia, como la que emiten tus labios al hablar.
SUSAN: Aaaa... Entiendo.
1936: Tendrás que aprender a creer. Te he entregado una parte del secreto Mil novecientos treinta y seis. Las otras partes del puzzle las tendrás a su debido tiempo... si confías en mí.
SUSAN: Sí... Confío en ti... pero... ¿podrías decirme algo más sobre ese misterioso secreto?
1936: ¿Eres mujer de religión o de ciencias?
SUSAN: Tal vez las dos cosas... tal vez ninguna.
1936: ¿Crees en alguna deidad o en extraterrestres?
SUSAN: ¿Qué tienen que ver esas preguntas con el secreto Mil novecientos treinta y seis?
1936: Tal vez todo... tal vez nada.
SUSAN: ¿Te estás divirtiendo conmigo?
1936: Podría ser o...
SUSAN: ... O podría ser que no.
1936: Déjame darte un consejo. Tómate unas vacaciones y no pienses en secretos. Yo haré lo mismo. Nos vemos a la vuelta, con ideas frescas... Y si conduces por carretera, ten cuidado ahí fuera.
SUSAN: ¡Hey! ¡Eso lo decían en “Canción Triste de Hill Street”!... ¿No?
¡CLICK! Mi confidente ha colgado. Supongo que lo mejor es seguir su consejo pues no me deja otra opción. Sé que aunque intente ponerme en contacto con él no obtendré ninguna respuesta suya hasta después de vacaciones. Doy un sorbo al café y comienzo a leer la última crónica que me ha enviado el Barcinonauta.

43. CRONICA 22
De: El Barcinonauta
Para: Susan
Asunto: Gol, esa palabra mágica
El otro día estuve en un bar del centro viendo con los amigos el partido de fútbol entre el Real Madrid y el F.C. Barcelona, todo un duelo como los del antiguo Oeste americano. Hay mucha gente que no es muy aficionada al fútbol pero cuando se trata de un Madrid-Barça, o viceversa, la cosa cambia. Son partidos que tienen “algo”, “un no se qué”. Hasta las personas más frías pueden llegar a emocionarse con uno de estos partidos. Un Madrid-Barça es todo un espectáculo, es mejor que ir al cine y es tan divertido como ver en casa con los amigos una peli de terror.
Como el partido no lo retransmitía ninguna televisión pública ni privada fuímos en busca de algún bar que estuviese abonado a Digital+. Primero probamos en un pub irlandés, pero estaba lleno de gente y de humo. Al segundo intento lo conseguimos. Encontramos un bar casi lleno que todavía tenía unos sitios libres en el piso de arriba. Allí había más de 20 personas, más las que se fueron sentando en las escaleras, más las que vieron el partido de pie, más las del piso de abajo. Faltaba menos de una hora para que el partido diese comienzo y la emoción estaba en el aire.
El partido dio comienzo con gran expectación. Las cervezas y las Coca-colas tomaron posiciones en las mesas. Algunas chicas miraban a sus parejas y otras al televisor. Los primeros insultos y silbidos no tardaron en llegar. Luego vinieron los aplausos y algún sofoco. Suerte que la portería del Barça parecía tener un campo de fuerza y a Valdés. Y Ronaldinho seguía sin prodigarse y tampoco lo hacían las estrellas del equipo galáctico. Algunos echaban a faltar un duelo Ronaldo-Ronaldinho. Tal vez algún día. La primera parte acabó cero a cero. Todavía había esperanza de ganar.
En el descanso algunos aprovecharon para ir al lavabo. Otros pidieron una segunda ronda de bebidas. Comenzó la segunda parte y vino el jarrón de agua fría. El Madrid había marcado. Desilusión pero luego llegaron el primer gol del Barça, la expulsión de Figo y el gol de la victoria. Casi todos nos levantamos de la mesa para celebrar el gol. Aplausos y algún abrazo. La alegría era generalizada. Cuando acabó el partido todos salimos alegres, con ilusión y con la esperanza de poder a ganar todavía la liga. Somos unos soñadores ¿y qué?. Y en la calle los coches lo celebraban participando en un desordenado concierto de bocinazos. Y es que a veces nos contentamos con poco. Un gol y nos olvidamos de los problemas.

44. CALLEJEAR
Antes de salir del café-internet envío un e-mail al Barcinonauta dándole las gracias por dejarme leer sus crónicas y le deseo buenas vacaciones. Comienzo a pasear por Las Ramblas en dirección al puerto y vuelvo a pensar que debería imitar al Barcinonauta pero creo que él lo hace mejor que yo. Vuelvo a mi idea inicial de escribir una novela o un reportaje sobre el secreto pero como dijo mi confidente es mejor que deje de pensar en ello durante un tiempo... hasta después de vacaciones. ¿Me estaré metiendo en un lío muy grande? Tengo la sensación de que esto me supera pero estoy decidida a seguir adelante y a publicar algo muy bueno cuando tenga el material adecuado en mis manos. De momento tengo un mini-CD que lo miraré en cuanto llegue a casa. Lo haré antes de tomarme unas vacaciones. Quizás debería llamar a John. ¿Por qué tengo la sensación de que él puede saber algo al respecto? ¡Naah! John es cosa del pasado. Tuvimos nuestros buenos momentos pero ahora es momento de mirar al futuro y seguir adelante cada uno por su camino. Quizás nos volvamos a reencontrar de aquí a unos años y seguro que será una experiencia muy interesante pero ahora tengo muy claro lo que voy a hacer en este mismo momento. Voy a callejear por las calles del Born y me convertiré en una arqueóloga de cafeterías y cuando encuentre una me pediré un café solo, sin azúcar, como a mí me gusta.

45. AVANCE DE LA BLOG-NOVELA: “HUIDA 1936”

Unos meses más tarde.

01. LLAMADA DE SOCORRO
Susan corre desesperadamente por el bosque. Acelera y mira hacia atrás para ver si la siguen. No ve a nadie. Continúa corriendo mientras esquiva los árboles y arbustos. Saca su móvil y marca un número. Se lleva el móvil a la oreja y espera la llamada sin dejar de correr en ningún momento. Su respiración es agitada. Se oyen varios tonos de llamada pero nadie contesta. Parece que vaya a saltar el contestador automático en cualquier momento pero...
JOHN (OFF): ¿Susan?
SUSAN: ¡John, por fin!
JOHN (OFF): ¿Estás bien? Te noto…
SUSAN: ¡Me están persiguiendo!
JOHN (OFF): ¡¿Quéé?!
SUSAN: ¡Que me están persiguiendo! (Mira un instante hacia atrás mientras sigue corriendo)
JOHN: ¿Dónde estás?
SUSAN: ¡En el bosque, detrás del Tibidabo! (Vuelve a mirar hacia atrás) ¿Puedes venir a recogerme?
JOHN: ¿Dónde quieres que vaya?
SUSAN: (Mira unos instantes a su alrededor) ¡Me dirijo hacia aquel restaurante donde nos quedamos encerrados en el lavabo...¿Te acuerdas?
JOHN: ¡Claro que me acuerdo! ¡Salgo para allá! ¿Podrás llegar a tiempo?
SUSAN: ¡Ya sabes que sí! ¡No tardes!
Susan corta la llamada y se guarda el móvil en el bolso. Se detiene un instante detrás de un árbol. Recupera la respiración. Mira de reojo hacia atrás. No viene nadie. Toma aire y arranca a correr entre los árboles. Un pájaro la observa desde su nido.

CONTINÚA EN LA BLOG-NOVELA “HUIDA 1936” Y EN EL CORTOMETRAJE “EL SECRETO 1936”.

MAS INFORMACION EN: http://1936visiones.blogspot.com/

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